La nueva tecnología podría reducir la huella de carbono de la batería de un coche eléctrico hasta un 39%.
La huella de carbono producida por los coches eléctricos puede verse reducida en casi dos quintos gracias a las baterías de estado sólido, lo que los situaría en una posición aún más ventajosa frente a los vehículos que usan combustibles fósiles. Así apunta un estudio que Transport & Environment (T&E) ha encargado a Minviro, empresa especializada en el análisis del ciclo de vida de las materias primas, en el que se comparan las tecnologías de estado sólido emergentes con las actuales baterías químicas.
Las baterías de estado sólido son capaces de almacenar más energía utilizando una cantidad mucho menor de materiales. Según este estudio, esto podría reducir en un 24% la huella de carbono de la batería de cualquier vehículo eléctrico. Para el análisis se comparó una de las baterías de estado sólido que se está desarrollando hoy día con más probabilidad de éxito, la NMC-811, con la actual tecnología de iones de litio. Para transmitir la electricidad, las baterías de estado sólido utilizan material cerámico en lugar de electrolitos líquidos, lo que reduce su peso, aumenta su velocidad de carga y las hace, a la larga, más baratas. Los fabricantes de baterías prevén que las baterías de estado sólido se utilizarán en los vehículos eléctricos en la segunda mitad de la década.
Para Carlos Rico, policy officer de T&E en España, «los vehículos eléctricos resultan ya una opción mucho mejor para el planeta que los de gasolina. La huella de carbono de las baterías se reduce cada año, pero la tecnología de estado sólido representa un cambio sustancial puesto que su mayor densidad energética se traduce en un empleo mucho menor de materiales para su fabricación y, por lo tanto, en una reducción significativa de las emisiones».
El estudio también señala que la utilización de este tipo de tecnología puede reducir aún más el impacto climático de las baterías —concretamente un 39% más, en comparación con las baterías de litio actuales—, en caso de que dichas baterías se fabriquen con materias primas extraídas de forma sostenible. Los nuevos métodos mineros, como la extracción de litio de pozos geotérmicos, generan un impacto climático mucho menor que las técnicas convencionales, como por ejemplo la minería tradicional de este mineral, que se extrae en Australia y se refina en China.
Las baterías de estado sólido podrían necesitar hasta un 35% más de litio que la actual tecnología de iones de litio, pero se utiliza mucho menos grafito y cobalto. T&E afirma que los requisitos de la propuesta de Reglamento sobre baterías de la UE para que el litio se obtenga de forma responsable -en términos de impacto medioambiental y social- y se recicle son una política “sin remordimientos” que garantizará un suministro suficiente para las baterías de estado sólido.
Según Carlos Rico: «Si conseguimos medios de extracción y de procesamiento de la materia prima más limpios, podremos reducir todavía más el impacto climático de las baterías de estado sólido. Para ello, resulta clave la mejora de los métodos empleados en la cadena de suministro. El Reglamento de baterías de la UE representa una valiosa oportunidad para garantizar que todas las baterías fabricadas o vendidas en Europa se produzcan con materias primas extraídas de forma sostenible, tengan una menor huella de carbono, y puedan reciclarse al final de su vida útil».
Actualmente, dicho Reglamento está siendo debatido en la Eurocámara. T&E pide a los legisladores que, por un lado, la regulación promueva la fabricación de baterías con una menor huella de carbono y, por otro, que los objetivos de reciclaje de litio se incrementen hasta el 70% en 2025 y el 90% en 2030 – por encima de la propuesta de la Comisión Europea. Asimismo, se debe exigir a las empresas el respeto por los derechos humanos y de cara al medioambiente en todas las fases de fabricación de las baterías.
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